UN CUENTO DE SEBASTIÁN MARÍN
Autor: Sebastián
Marín. VIII de Ballet
(Undécimo)
LAS HISTORIAS DE “ÉL”
Parte I: PRIMERA VEZ
Sólo habían pasado seis segundos. Mi cabeza me dolía. Mi visión comenzó
a nublarse. No sentía mi propio peso. Cuando logré abrir mis ojos estaba
caminando con mis amigos de la escuela, yendo a la cancha de fútbol. “¿Qué hora
es?”, les pregunté mientras me detenía. “Las cinco”, dijo Jack.
Parte II: LEUMÁS
-Increíble, ¿no? -le dije a Leumás mientras me cruzaba de
brazos.
-A ver, no entendí -se quejó Leumás- ¿Me estás diciendo que puedes ver
el futuro? --
Claro que no, eso es una locura -le dije riéndome-. Lo que yo puedo hacer es controlar el tiempo. Con..tro… Sí, controlar el tiempo, pero de una manera particular, sólo puedo hacerlo si estoy presente en una muerte -Leumás comenzó a reírse y mientras lo hacía me dijo:
Claro que no, eso es una locura -le dije riéndome-. Lo que yo puedo hacer es controlar el tiempo. Con..tro… Sí, controlar el tiempo, pero de una manera particular, sólo puedo hacerlo si estoy presente en una muerte -Leumás comenzó a reírse y mientras lo hacía me dijo:
-Mejor cuéntame otra historia.
-Bueno, ahí va. Fue hace aproximadamente...
Hace 6
años en una tarde donde el frío reinaba. Estaba tomando café en un restaurante,
al cual le estaban arreglando el letrero delantero. Era el restaurante menos
popular de la ciudad. Ahora que lo pienso, yo era el único cliente que visitaba
ese lugar. Mientras me llevaba la taza de café a los labios la puerta del
restaurante se abrió. Al igual que yo, los dueños del restaurante estaban
atónitos por tal suceso. ¿Quién era? ¿Una diosa? ¿Un ángel? Tal vez. Era una
mujer tan bella como el amanecer, tan tierna como la risa de un bebé. Luego de
cruzar la puerta y pedir un café, se dirigió a mi mesa y preguntó:
Parte III: AMOR FINITO
-¿Puedo sentarme contigo? Soy
nueva por aquí.
Sin titubear contesté:
-Supongo -y me decía a mí mismo mientras la observaba: "idiota, cómo
pudiste ser tan cortante". No podía verla a los ojos, era demasiado para
mí. Sólo su presencia ya me hacía poner de buen humor. Luego de un rato me armé
de valentía y optimismo. Le pregunté:
-¿Cuál es tu nombre? -Ufff, sentí que me iba a morir de taquicardia.
-Lía. Me llamo Lía -me respondió al instante, tan rápido que parecía que
había estado esperando a que yo le preguntara su nombre-¿Y tú?
-¿Mi nombre? No lo recuerdo, así
que dime como quieras.
-¿Está bien…Ail? -me preguntó. ¡Vaya, pero si es el nombre de ella al
revés!
-Sería una buena idea para alguien que te agrada, ¿no? -bah, ya me estoy
haciendo ilusiones-. Sí, no hay problema. Desde ahora seré Ail para ti -le
contesté con una sonrisa-. ¿Y qué te
trae a este lugar tan lúgubre?
-Cuando pasé frente al restaurante te vi sentado junto a tu soledad y
quise acompañarte.
Al escuchar esas palabras, mi cuerpo se descontroló. Comencé a sudar.
Mis piernas empezaron a moverse con ansiedad. Escuchar que una 'diosa' se había
adentrado en semejante oscuridad… ¿sólo por mí?, era algo impensable para mí.
-¿Te gustaría salir a pasear un
día conmigo?- me dijo ella mientras se terminaba el café y dejaba la taza sobre
la mesa.
-¿Es..to es en se...rio? -le pregunté con una sonrisa nerviosa.
-Sí -dijo Lía mientras alejaba su
mirada, como si estuviera apenada conmigo.
-Me encantaría- dije yo con una
alegría que no podía con ella. Lía se levantó de su silla mientras me decía:
-¿Qué tal si el próximo martes nos vemos aquí mismo?
-Sin falta -me afané a responder. No podía creer tal situación. La
acompañé a la puerta y, antes de irse, Lía se me acercó lentamente. Su
agradable aroma cada vez se intensificaba. Ella, frente a mí, con sus labios a
centímetros de los míos a punto de besarnos. Pero se detuvo y me dijo:
-Mejor el martes nos vemos. ¡Adiós,
Ail!
Luego de haber dicho esas palabras, Lia salió, cruzó la puerta del
restaurante y mientras lo hacia el letrero mal puesto del restaurante se cayó
encima de ella y la aplastó. Su sangre salpicó mi camisa y mis zapatos.
Parte IV: LEUMÁS
-Y...supongo que retrocediste en el tiempo para salvarla, ¿verdad? -me
preguntó Leumás.
-Sí, lo intenté muchas, pero el resultado siempre era el mismo: Lía
siempre acababa muriendo de una o de otra forma.
-¡Hey, Samuel!, ¿otra vez hablando contigo mismo? ¡Cuántas veces tengo
que decirte queno existe aquí ningún "Jack" y ninguna
"Lía". Mejor regresa a tu celda.
me hizo pensar que estaba en matrix y me cuestionaba de mi existencia todo el rato
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