UN CUENTO DE SEBASTIÁN MARÍN

Autor: Sebastián Marín. VIII de Ballet (Undécimo)
LAS HISTORIAS DE “ÉL”



Parte I: PRIMERA VEZ

Hace 12 años, estaba en el parque jugando fútbol con mis amigos (serían tal vez las cinco y media de la tarde) luego de un día de clases. En el momento en que yo llevaba el balón rodando por toda la cancha, listo para marcar un épico gol, uno de mis compañeros de clase (Jack) me arrebató el balón y se fue por el lateral derecho, cerca de la calle. Sin querer, en mi intento de recuperar el balón, empujé a Jack, y terminó atropellado por un carro que apareció de la nada, sin previo aviso, y la suficiente velocidad para atropellarlo. Sus entrañas volaron por los aires cubriendo de sangre mi cara y el césped. Luego de tal atrocidad mi cabeza estaba en blanco; mi cuerpo no respondía. Mis piernas tambaleaban. En mi cabeza, la imagen de Jack embestido por el auto. Lo único que podía decirme era “Acabas de matar a alguien".
Sólo habían pasado seis segundos. Mi cabeza me dolía. Mi visión comenzó a nublarse. No sentía mi propio peso. Cuando logré abrir mis ojos estaba caminando con mis amigos de la escuela, yendo a la cancha de fútbol. “¿Qué hora es?”, les pregunté mientras me detenía. “Las cinco”, dijo Jack.  
Parte II: LEUMÁS 
 -Increíble, ¿no? -le dije a Leumás mientras me cruzaba de brazos.
-A ver, no entendí -se quejó Leumás- ¿Me estás diciendo que puedes ver el futuro?                         --
Claro que no, eso es una locura -le dije riéndome-. Lo que yo puedo hacer es controlar el tiempo. Con..tro… Sí, controlar el tiempo, pero de una manera particular, sólo puedo hacerlo si estoy presente en una muerte -Leumás comenzó a reírse y mientras lo hacía me dijo:
-Mejor cuéntame otra historia.
-Bueno, ahí va. Fue hace aproximadamente... 



Parte III: AMOR FINITO

Hace 6 años en una tarde donde el frío reinaba. Estaba tomando café en un restaurante, al cual le estaban arreglando el letrero delantero. Era el restaurante menos popular de la ciudad. Ahora que lo pienso, yo era el único cliente que visitaba ese lugar. Mientras me llevaba la taza de café a los labios la puerta del restaurante se abrió. Al igual que yo, los dueños del restaurante estaban atónitos por tal suceso. ¿Quién era? ¿Una diosa? ¿Un ángel? Tal vez. Era una mujer tan bella como el amanecer, tan tierna como la risa de un bebé. Luego de cruzar la puerta y pedir un café, se dirigió a mi mesa y preguntó:
 -¿Puedo sentarme contigo? Soy nueva por aquí.
Sin titubear contesté:
-Supongo -y me decía a mí mismo mientras la observaba: "idiota, cómo pudiste ser tan cortante". No podía verla a los ojos, era demasiado para mí. Sólo su presencia ya me hacía poner de buen humor. Luego de un rato me armé de valentía y optimismo. Le pregunté:
-¿Cuál es tu nombre? -Ufff, sentí que me iba a morir de taquicardia.
-Lía. Me llamo Lía -me respondió al instante, tan rápido que parecía que había estado esperando a que yo le preguntara su nombre-¿Y tú?
 -¿Mi nombre? No lo recuerdo, así que dime como quieras.
-¿Está bien…Ail? -me preguntó. ¡Vaya, pero si es el nombre de ella al revés!  
-Sería una buena idea para alguien que te agrada, ¿no? -bah, ya me estoy haciendo ilusiones-. Sí, no hay problema. Desde ahora seré Ail para ti -le contesté con una sonrisa-.  ¿Y qué te trae a este lugar tan lúgubre?
-Cuando pasé frente al restaurante te vi sentado junto a tu soledad y quise acompañarte.
Al escuchar esas palabras, mi cuerpo se descontroló. Comencé a sudar. Mis piernas empezaron a moverse con ansiedad. Escuchar que una 'diosa' se había adentrado en semejante oscuridad… ¿sólo por mí?, era algo impensable para mí.
 -¿Te gustaría salir a pasear un día conmigo?- me dijo ella mientras se terminaba el café y dejaba la taza sobre la mesa.
-¿Es..to es en se...rio? -le pregunté con una sonrisa nerviosa.
 -Sí -dijo Lía mientras alejaba su mirada, como si estuviera apenada conmigo.
 -Me encantaría- dije yo con una alegría que no podía con ella. Lía se levantó de su silla mientras me decía:
-¿Qué tal si el próximo martes nos vemos aquí mismo?
-Sin falta -me afané a responder. No podía creer tal situación. La acompañé a la puerta y, antes de irse, Lía se me acercó lentamente. Su agradable aroma cada vez se intensificaba. Ella, frente a mí, con sus labios a centímetros de los míos a punto de besarnos. Pero se detuvo y me dijo:
 -Mejor el martes nos vemos. ¡Adiós, Ail!
Luego de haber dicho esas palabras, Lia salió, cruzó la puerta del restaurante y mientras lo hacia el letrero mal puesto del restaurante se cayó encima de ella y la aplastó. Su sangre salpicó mi camisa y mis zapatos. 



Parte IV:  LEUMÁS

-Y...supongo que retrocediste en el tiempo para salvarla, ¿verdad? -me preguntó Leumás.
-Sí, lo intenté muchas, pero el resultado siempre era el mismo: Lía siempre acababa muriendo de una o de otra forma.
-¡Hey, Samuel!, ¿otra vez hablando contigo mismo? ¡Cuántas veces tengo que decirte queno existe aquí ningún "Jack" y ninguna "Lía". Mejor regresa a tu celda.


Comentarios

  1. me hizo pensar que estaba en matrix y me cuestionaba de mi existencia todo el rato

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